El cambio climático genera consecuencias en todos los aspectos de la vida, sobre todo en el desarrollo y supervivencia de las diferentes especies animales que habitan el mundo.
Para comenzar, su hábitat se modifica drásticamente, y hace que las funciones que se desarrollan en primavera como germinación, reproducción y emigración se vean afectadas en su transcurso debido al adelanto de las altas temperaturas.
Las consecuencias de estos factores repercuten de manera diferente entre las distintas especies. El deshielo y derretimiento de los polos deja sin sitio a especies de zonas frías, así como las bajas temperaturas en otras zonas y la falta de agua hace imposible la nidación de algunas aves.
La reducción y confusión entre hábitats hace que cada especie busque refugio en lugares insólitos para sus características, muchas veces cruzándose con enemigos que reducen las fuentes de alimento haciendo disminuir la población.
Las especies marinas se ven perjudicadas por el aumento de temperatura en el agua y el aumento de la acidificación en los océanos, peces desaparecen sin oportunidad de reproducirse, los que a su vez son el alimento de otras especies que se quedan sin sustento.
Erosión, deforestación, contaminación, calentamiento global y muchos otros factores están llevando a muchas especies animales al borde de la extinción, viendo afectados sus hábitats, fuentes de alimento, y desarrollo de la población.
Todo es un gran “efecto domino” y las piezas están comenzando a caer…
El clima cambia a un ritmo sin precedentes y no todos los animales se pueden adaptar a tiempo. Las actividades humanas provocan el cambio climático, pero los más perjudicados son los animales.
Tanto los animales terrestres como los marinos se ven afectados por el calentamiento global. En general, el cambio en el clima les afecta en dos vertientes: su distribución y la relación con sus hábitats naturales, y su comportamiento. Si no se detiene el cambio climático, una cuarta parte de las especies del planeta podría extinguirse. La única solución es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de una forma radical. Lógicamente, habrá diferencias según las regiones.
Hay otros factores que afectan a la extinción de especies, como el uso del suelo, la pérdida de hábitat o la contaminación, así como la propia capacidad de adaptación de los animales. Por ejemplo, en los bosques húmedos de Queensland, el riesgo de extinción está muy relacionado con el cambio climático. En cambio, en un lugar muy distinto, como es la selva brasileña, la destrucción del hábitat afecta más que el fenómeno climático.
Algunas especies ya han desaparecido a causa del cambio climático, como el sapo dorado o la rana arlequín en Costa Rica. En algunos casos, no desaparecería una especie, sino todo un ecosistema, como ocurre con los arrecifes de coral, en peligro por el calentamiento global y la acidificación de las aguas de los océanos.
El calentamiento global afecta especialmente a los mares fríos y a las comunidades polares. Por ello, algunas especies están en mayor peligro que otras. Los osos polares en la bahía de Hudson, en Canadá, pierden peso porque el hielo se rompe dos semanas antes, lo que significa que tienen dos semanas menos para cazar y comer.
La temperatura media de la Tierra aumenta y el hábitat óptimo para muchas especies se desplaza más arriba en las montañas o más hacia los polos. Pero el planeta es finito y las especies que huyen del cambio climático se quedarán sin posibilidad de escape. Un precipicio. Un callejón sin salida.
Nancy Marquez