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El rechazo agudo se produce de una forma natural, ya que es una respuesta fisiológica que induce al organismo del receptor a reconocer como extraños los antígenos del órgano donado, a través de mecanismos celulares y humorales. El resultado es una reacción inflamatoria en el injerto que lo destruye”, explica en términos médicos el doctor José María Grinyó, presidente de la Sociedad Catalana de Trasplantes.
Para evitar que el sistema inmune se ponga en funcionamiento se suministran al paciente trasplantado los fármacos inmunosupresores, que tienen la capacidad de bloquear la respuesta del sistema inmune del paciente. Este tratamiento tiene como función disminuir la actividad del sistema inmune con el fin de evitar el rechazo, pero sólo en parte, ya que si se suprimiera completamente, nuestro organismo no podría hacer frente a las infecciones.
A pesar del tratamiento inmunosupresor, “es bastante frecuente que el paciente presente rechazo, sobre todo en los primeros meses”, explica la doctora Eulalia Roig, del servicio de Cardiología del Hospital Clínico de Barcelona. La especialista señala que en trasplantes de corazón, “alrededor de un 60 por ciento de los pacientes sufre al menos un episodio de rechazo durante su evolución. Ahora bien, hay enfermos que presentan varios episodios y esto es más difícil de controlar, una vez pasado el primer año el riesgo de rechazo disminuye significativamente”.
Durante el último congreso de la Sociedad Catalana de Trasplantes se han puesto de manifiesto los últimos avances en el tratamiento inmunosupresor para controlar el rechazo agudo. “Desde el año 1995 se han introducido varios inmunosupresores nuevos. Así, con la combinación de estos inmunosupresores hemos conseguido que la incidencia de rechazo agudo, que hace unos años se situaba en el 50 por ciento, haya disminuido hasta el 20 por ciento e incluso menos en el trasplante de riñón”, apunta el doctor Grinyó.
Problemas del tratamiento inmunosupresor
El problema de los inmunosupresores es que se trata de unos medicamentos de banda “estrecha”, ya que los límites entre el nivel terapéutico y el nivel tóxico están muy próximos. Además también influye la diferencia de respuesta que pueden tener los pacientes, por este motivo los especialistas deben adecuar la dosis para cada caso. Uno de los principales efectos de los tratamientos inmunosupresores es la nefrotoxicidad, es decir que pueden dañar el riñón y llevar a que el paciente tenga que entrar en diálisis. “Aunque es complicado reducir la nefrotoxicidad, se pueden disminuir las dosis de los inmunosupresores más tóxicos, sustituyéndolos por otros fármacos que no presentan este tipo de efectos adversos”, explica la doctora Roig.
En este sentido, también apunta el doctor Grinyó que “se están diseñando pautas para minimizar su nefrotoxicidad, por ejemplo, reduciendo dosis, etc. Es decir, se trata de diseñar pautas de inmunosupresión de baja toxicidad tanto para el injerto como para el receptor”.
Otro de los factores de riesgo que se ven potenciados por el tratamiento inmunosupresor es la hipertensión arterial, ya que esta patología incide en el 40-70 por ciento de los pacientes que se someten a un trasplante. En esta cifra se incluyen tanto los pacientes que no eran hipertensos antes del trasplante, como aquellos que ya lo eran con anterioridad. La solución en estos casos pasa por evitar el sobrepeso, restringir el sodio en la dieta y, en caso de que sea necesario, el uso de fármacos hipotensores.
Posibilidad de rechazo
El sistema inmunitario sirve para reconocer lo propio de cada organismo y distinguirlo de lo que le es extraño, que procede del exterior y puede causarle daño. Por tanto, introducir un tejido u órgano ajeno en una persona provoca una reacción destinada a destruir el tejido intruso. A esta reacción de lucha del sistema inmunitario del receptor del trasplante contra el órgano o tejido ajeno procedente del donante es a lo que se conoce como rechazo.
Se pueden distinguir cuatro formas de rechazo:
Rechazo hiperagudo: Es excepcional. El rechazo se produce en la misma mesa de operaciones Y se debe a un error médico a la hora de valorar la compatibilidad entre donante y receptor.
Rechazo agudo: se produce por acción del sistema inmunitario del receptor. Aparece a los pocos días o semanas del trasplante.
Rechazo crónico: se produce a lo largo de muchos años después del trasplante. La inmunidad va degenerando lentamente el órgano trasplantado.
Enfermedad del injerto contra el huésped: es un tipo especial de rechazo que se produce fundamentalmente en el trasplante de médula ósea. En este caso es el tejido trasplantado el que reacciona inmunológicamente y rechaza los órganos y tejidos del receptor.
Se considera normal que haya algún episodio de rechazo agudo durante el primer año tras el trasplante, pero se puede limitar y controlar con tratamiento. Sin embargo, este rechazo agudo se puede producir años después del trasplante y conducir a un rechazo crónico, que deteriora la función del órgano.
El enfermo trasplantado ha de permanecer alerta y reconocer los síntomas de rechazo que le indique su médico según el órgano trasplantado.
Medicación inmunosupresora
Para evitar que el sistema inmunitario actúe, se administran al receptor del trasplante fármacos inmunosupresores que bloquean su respuesta inmunitaria.
Sin embargo, no se puede suprimir por completo el sistema inmunitario, pues el enfermo moriría por falta de defensas contra las enfermedades.
Los fármacos inmunosupresores que se utilizan son ciclosporina, azatioprina, prednisolona y tacrolimus. Muchos de los pacientes trasplantados deben recibir estos fármacos durante toda la vida.
El tratamiento con inmunosupresores favorece la aparición de infecciones, que deben ser tratadas inmediatamente, y de tumores, por lo que se han de realizar constantes revisiones preventivas.
Cada paciente trasplantado requerirá un tratamiento inmunosupresor individualizado tanto por lo que respecta a los fármacos como a las dosis.
La ciclosporina se utiliza ampliamente para evitar el rechazo en los trasplantes de piel, corazón, riñón, pulmón, páncreas, médula ósea e intestino.
La azatioprina se usa para evitar el rechazo y mejorar la supervivencia tras los trasplantes. También se usa para tratar la artritis reumatoidea y para otras enfermedades autoinmunes.
La prednisolona es un fármaco corticosteroide que se usa para tratar un amplio rango de inflamaciones y enfermedades autoinmunes, y que actúa como inmunosupresor en los trasplantes de órganos.
Tacrolimus es un inmunosupresor muy utilizado en el trasplante de órganos, como hígado, riñón, corazón, intestino delgado, páncreas, pulmón, tráquea, piel, córnea, médula ósea y miembros. Tiene propiedades inmunosupresoras similares a la ciclosporina, pero es mucho más potente y los enfermos tratados con este fármaco tienen menos rechazo.
Precauciones y recomendaciones
Recomendaciones generales para pacientes trasplantados
¿Qué es?
El linfoma es un cáncer que se desarrolla en las células blancas (linfocitos) del sistema linfático que es parte del sistema inmunitario del cuerpo.
El sistema linfático incluye: una red de pequeños canales, similares a los vasos sanguíneos, por los que circula un líquido (llamado linfa), los nódulos linfáticos (también llamados ganglios), la médula ósea y varios órganos; todos ellos están compuestos por linfocitos.
Existen dos tipos principales de linfoma: Hodgkin (HL) y no-Hodgkin (NHL), cada uno de los cuales tiene varios subtipos. El linfoma de Hodgkin, también conocido como enfermedad de Hodgkin, es mucho menos común que el linfoma no-Hodgkin.
Los linfomas difieren en la forma de comportamiento, la propagación y la respuesta al tratamiento. El tipo de linfoma se determina examinando algunas de las células cancerosas bajo un microscopio. Cuando está presente una célula anormal llamada célula de Reed-Sternberg el linfoma se clasifica como Hodgkin. Cuando no está presente, el cáncer se clasifica como no-Hodgkin.
Los síntomas del linfoma pueden incluir:
¿Cómo tratarla?
Las opciones de tratamiento se basan en el tipo y estadio del linfoma, y la edad y salud general del paciente. Para algunos tipos de linfoma, si la enfermedad está avanzada pero es de crecimiento lento (indolente), una opción puede ser la de un enfoque basado en esperar y observar. Cuando se requiere un tratamiento para el linfoma, se pueden utilizar uno o más de los siguientes tratamientos.
Quimioterapia: la quimioterapia, utilizada sola o en combinación con la radioterapia, es uno de los principales métodos de tratamiento para el linfoma. Involucra el uso de medicamentos destructores del cáncer que se administran por vía oral o por inyección.
Profilaxis del SNC: en la que se inyectan agentes quimioterapéuticos dentro de la columna vertebral a través de una punción lumbar; se puede utilizar para tratar ciertos tipos de linfoma no-Hodgkin que se han diseminado al cerebro o que presentan alto riesgo de dicha diseminación. Además, se pueden usar esteroides para aliviar la hinchazón y la inflamación.
Radioterapia: la radioterapia utiliza radiación de alta energía para reducir el tamaño de los tumores y matar las células cancerosas. Los pacientes con linfoma pueden ser tratados con radioterapia de haz externo, en la que los haces de rayos X de alta energía son generados por una máquina afuera del paciente y son dirigidos hacia el tumor y los ganglios linfáticos cancerosos. La radioterapia de haz externo se puede usar sola o en combinación con la quimioterapia.
Terapia con anticuerpos monoclonales (también llamada terapia dirigida): este es un tratamiento que involucra el uso de moléculas producidas en el laboratorio (llamadas anticuerpos monoclonales) que están diseñadas para reconocer y unirse a la superficie de las células cancerosas. Los anticuerpos monoclonales actúan en forma similar a los anticuerpos producidos naturalmente por el cuerpo, que atacan sustancias extrañas tales como las bacterias y los virus. Los anticuerpos monoclonales se pueden combinar con una droga quimioterapéutica o con un material radiactivo, permitiendo que el anticuerpo entregue en forma directa una dosis del agente anticancerígeno en las células cancerosas.
Dos anticuerpos monoclonales utilizados para el linfoma son:
Radio inmunoterapia (también llamada terapia con anticuerpos monoclonales marcados radioactivamente): esta terapia combina un anticuerpo monoclonal con un material radioactivo, como por ejemplo el itrio-90 con el Ibritumomab Tiuxetan (Zevalin). Los anticuerpos monoclonales marcados radioactivamente viajan hacia, y se unen a, las células cancerosas permitiendo la aplicación directa de una alta dosis de radiación en el tumor.
Terapia biológica: este tratamiento involucra el uso de sustancias naturales o sustancias hechas en el laboratorio diseñadas para aumentar, dirigir o restaurar las defensas naturales del cuerpo contra el cáncer, o para interferir con caminos biológicos específicos dentro de las células del linfoma. El interferón es un tipo de terapia biológica que afecta la división de las células cancerosas y que puede retardar el crecimiento del tumor. La lenalidomida (lenalidomide) y el ibrutinib interfieren con caminos metabólicos dentro de las células del linfoma.
Trasplante de células madre: en este tratamiento, la médula ósea enferma es reemplazada con las células madre sanas del propio paciente (llamadas autólogas) o con las células madre de un donante (llamadas alogénicas), para ayudar a producir una médula ósea nueva. Un trasplante de células madre puede ser una opción cuando el linfoma regresa después del tratamiento. Los pacientes sometidos a un trasplante de células madre podrían recibir primero radiación de haz externo en todo el cuerpo, junto con quimioterapia de alta dosis, para eliminar la mayor cantidad posible de células del linfoma del cuerpo.
En la mayoría de los casos de cáncer, los investigadores aún están tratando de entender que los causa, que los origina. Esta verdad también aplica para los linfomas, y aunque los médicos no saben cuál es su causa, señalan que es más probable que ocurra en cierto tipo de personas.
Los investigadores médicos han identificado ciertos factores de riesgo que hacen más probable que un linfoma se desarrolle, aunque a su vez no se entienda el por qué: